Hoy nos perderemos tras las monumentales Puertas de Tierra en un lugar casi tan antiguo como el mundo de los hombres. La tierra donde los romanos perdieron a su Hércules y los fenicios a su Melkart.
Una advertencia: no conozco a nadie que haya viajado a Cádiz y no desee volver. Los habrá, seguro. Aunque yo no los conozco. Mientras me planteo la mejor manera de invitarte a este viaje, me preguntaba el por qué. ¿Será por la calidez de su gente?, ¿por el baño de luz inmaculada, el abrazo salado del mar?, ¿o tendrá algo que ver la exquisita gastronomía gaditana y esos milenios de historia que atesora? Podría contestar que sí, cualquiera de esas razones bastaría, pero… Sé que no es por eso.
Lo que hace especial una ciudad así es algo que no puede nombrarse, se esconde en el ámbito de lo soñado que es donde opera la magia, el duende.
Te animaría a recorrer Cádiz sin brújula y sin límite de tiempo. Pero ¡ay, ¡qué pocos se pueden permitir tal libertad! Intentaré ayudarte entonces, permíteme presentarte esta ciudad sin arruinar su hechizo. Dejarte unas miguitas de imágenes, emociones, sabores… marcando un camino para que te sirvan de guía, para que te inspiren a iniciar tu propio recorrido, el más antiguo: el viaje del héroe.
Y te aviso,
como te cautive,
siempre querrás volver.
Cádiz de hoy.
Creo que no es imprescindible saber nada de esta ciudad para enamorarse un poquito de ella. Para llegar a Cádiz lo harás cruzando alguno de los puentes que la conectan con la tierra firme. Y esa frontera que es a la vez natural y metafórica te embarcará en una nave que parece flotar en la bahía, a punto de zarpar ajada y exultante hacia algún destino recóndito lleno de tesoros y leyendas. Bañada por una bahía que relaja las embestidas de las aguas del Atlántico.
Te va a seducir el baño de luz, que se refleja como un espejo en las paredes y tejados blancos, y el azul oceánico que la rodea por los cuatro costados.
“El sol, encendiendo los vidrios de sus mil miradores, salpicaba la ciudad con polvos de oro, y su blanca mole se destacaba tan limpia y pura sobre las aguas, que parecía haber sido creada en aquel momento, o sacada del mar como la fantástica ciudad de San Jenaro.” Trafalgar, de Benito Pérez Galdós
Te perderás entre sus sonidos: el rumor del mar y de las olas que se mezclan con el graznido de las gaviotas criaturas territoriales. El parloteo alegre de las gentes que disfrutan del ambiente en sus innumerables placetas y jardines. Las risas de los niños en las playas. El rasgar de una guitarra que arranca un quejido flamenco. En carnavales, la alegría de sus calles y sus chirigotas, en Semana Santa la solemnidad de los tambores y de los pasos de los penitentes sobre los desgastados adoquines.
Saborea las tapas gaditanas en sus terrazas y restaurantes, sus vinos y su pescaito frito y no te pierdas su mercado central. ¡Pero qué bien se come en Cádiz! Es difícil equivocarse en una ciudad en la que calles y plazas crecen las sombrillas, como setas que se arrancan cada noche para volver a desplegarse al día siguiente.
Si buscas tranquilidad, evita el bullicio del barrio de la Viña de los días de carnaval y sólo déjate llevar, piérdete por sus rincones, pasea por sus parques, recorre los paseos y jardines que amurallan la ciudad, disfruta de la puesta de sol desde sus atalayas o desde la gaditana playa de La Caleta, recorre el malecón. Piérdete en sus kilómetros de playa de arena junto al paseo marítimo, en la zona nueva, que retiene todo el saborcillo de las playas de veraneo y te ofrece una amplia variedad hostelera, desde chiringuitos a arrocerías pasando por elegantes restaurantes.
Aunque si tu mirada es más gris también podrás encontrar algunos lugares faltos de mantenimiento, rincones deprimidos, calles donde los gaditanos menos afortunados envejecen y matan el tiempo. Una ciudad tan limitada en su espacio y tan deseada que el desplazamiento de los habitantes de toda la vida, los que no pueden hacer frente a los nuevos costes, es imparable. Pero el espíritu del gaditano que es a la vez crítico, burlón y desvergonzado, cogerá sus males y sus esperanzas, los hará rima y los cantará a los cuatro vientos, en los quejios de las alegrías flamencas y en sus famosos carnavales, es la legendaria catarsis del pueblo.
De isla a ciudad. Un viaje en el tiempo.
Gadir fenicia
Para entender la historia de esta pequeña ciudad, la que se mantiene poblada desde hace más tiempo de toda la Europa occidental, debemos remontarnos al momento en el que los primeros barcos fenicios costearon hasta un pequeño archipiélago, en el estuario del río Guadalete, buscando los preciados metales atlánticos y nuevos mercados a los que expandir su imperio comercial.
La arqueología sólo aventura que ocurrió en algún momento entre los siglos X y IX AC. Eligieron la isla de Eritrea para fundar su colonia y la llamaron Gadir (fortaleza). Muy cerca, en la isla de Kotinoussa construyeron un importante templo dedicado a Melqart a quien se consagraba el fuego sagrado de las ciudades, cuya ubicación aun es una gran incógnita. (podría estar en San Fernando según un reciente estudio de la Univ Sevilla)
No es fácil encontrar restos fenicios en el Mediterráneo, de ahí que, si aprecias la historia, valorarás la importancia de estos yacimientos.
La verdadera historia de Cádiz está bajo tus pies, con la tierra está horadada de cuevas, túneles y antiguos pasadizos.
Puedes visitar los restos del antiguo puerto fenicio de Gadir, que comparte ubicación con un legendario rincón flamenco La Cueva del Pájaro Azul. Restos del antiguo muelle y de su astillero, junto a retratos de flamencos jaleando en blanco y negro.
Acércate hasta el yacimiento del Museo Gadir para conocer algunos de sus estratos arqueológicos descubiertos recientemente y no olvides pasar por el Museo de Cádiz, donde podrás admirar los magníficos sarcófagos antropomórficos de un hombre y una mujer, alrededor de los cuales y de su descubrimiento podrás encontrar una historia con algún tinte paranormal.
Os decía que el templo de Hércules-Merkat es uno de esos lugares enigmáticos desaparecidos en los albores del tiempo, y cuyos restos no han sido hallados. Famoso en la antigüedad ante sus altares se inclinaron navegantes y personalidades de diferentes épocas. Cartagineses y romanos como Escipión el africano, Anibal Barca o Julio César postraron ofrendas en sus altares.
La zona quedó bajo dominio cartaginés entre los siglos VI al III AC, siendo tras la segunda guerra púnica el último bastión cartaginés en la península, asediada por Escipión el Africano, y golpeada por un maremoto (218 AC), cedió al dominio romano en el 206 AC. Gadir se transformaría en Gades aunque mantiene su importancia en tiempos del imperio.
Gades romana
Gades creció bajo el control romano, que trajo grandes obras a la ciudad. Un acueducto aseguraba el agua potable desde Jerez de la Frontera, circos, templos, túneles de alcantarillado que todavía existen y el Teatro Romano de Cádiz, cuyos restos han aparecido en la ciudad antigua (70 AC) con capacidad para unos 10 mil espectadores, el más antiguo de la península, solo superado en tamaño por el de Córdoba, en Hispania.
En los tiempos romanos Gades era una ciudad federada de Roma, con privilegios y famosa por su comercio de garum (una popular salsa hecha de tripas de pescado fermentadas) y por sus bailarinas que amenizaban las fiestas más selectas (puellae gaditanae). Siendo la única que tenía asientos reservados en el Coliseo de Roma (Anfiteatro Flavio –Amphitheatrum Flavium).
En el siglo II la ciudad entra en decadencia, saqueada por vándalos, bizantinos y conquistada después por los visigodos.
Qadis califal
Formó parte del califato de Córdoba tras la invasión musulmana, y más tarde de la taifa de Arcos de la Frontera, pero perdió importancia en favor de Medina Sidonia. Comienza una época de saqueo y abandonos. (Vikingos incluidos – En el 844 los vikingos llegaron hasta la ciudad y la ocuparon durante varios días).
En 1262 la ciudad es reconquistada por Alfonso X El sabio, incluida en Castilla y repoblada con cristianos del norte de la península, sobre todo cántabros. Concediéndole el monopolio del comercio con África.
La ciudad se recupera como puerto y punto de comercio, con la presión de los turcos en el mediterráneo. En el siglo XV la ciudad estrecha lazos con algunos puertos italianos, como Génova, que se cree tuvieron influencia en las características del actual Carnaval de Cádiz, una de las grandes insignias culturales de la ciudad.
Los Piratas en Cádiz
Hablemos ahora de piratas. Otra característica de la ciudad son sus fuertes y murallas, restos de cañones protegiendo las esquinas de calles céntricas.
Con el descubrimiento de américa se inicia un provechoso tráfico de riquezas, que alcanzan la península desde el sur, remontando el Guadalquivir hasta Sevilla desde donde se gestionaban.
En los siglos XV y XVI la bahía de Cádiz sufría la presión de los piratas berberiscos y turcos. La derrota de los turcos en la Batalla de Lepanto y el inicio de los conflictos entre España e Inglaterra (Guerras anglo-españolas, 1585-1604) provocan que poco a poco, sean los ingleses los que tomen el testigo de la piratería en la bahía.
En 1586 el famoso pirata Francis Drake, a las órdenes de la corona inglesa, ataca la bahía con 30 naves, no consigue tomar la ciudad, pero sí capturar algunas naves y sobre todo hacerse con documentación hasta ese momento desconocida por los ingleses que les aporta detalles y magnitud del tráfico de riquezas generado desde las indias a España.
Cuentan que cuando en la ciudad de Cádiz se supo que Drake estaba asediando la bahía, el pánico de la población fue tal que hubo más muertes provocadas en el éxodo que debido al ataque.
Nueve años después (1596) una escuadra anglo-holandesa saquea la ciudad. Tras esto se refuerza la ciudad con nuevas murallas y fortalezas defensivas como Santa Catalina y San Sebastián.
Muchos de esos barcos y galeones hundidos siguen en el fondo de la bahía, de ahí que siempre se ha dicho que “hay más oro en la bahía de Cádiz que en el Banco de España”.
Cádiz el Puerto de Indias
A finales del XVII principios del XVIII los barcos cargados de mercancías comienzan a tener problemas para remontar el Guadalquivir debido principalmente al proceso de sedimentación de la desembocadura, razón por la cual en 1717 la Casa de Contratación de las Indias se desplaza a Cádiz y con ella la gestión y el monopolio de todo ese atractivo comercio.
El enriquecimiento de la ciudad se hace patente, se construyen algunos de los monumentos más significativos de la ciudad, muchos de ellos haciendo uso de la característica piedra ostionera, amasijo de sedimentos de roca erosionada y restos marinos.
Cadiz se reconstruye así de mar sobre el mar.
– La Puerta de Tierra que separa el casco antiguo (Cádiz-Cádiz) de la zona extramuros,
– La bella Catedral blanca de la ciudad, la nueva, también llamada de la Santa Cruz sobre las aguas. Sube a su torre si tienes ocasión para disfrutar del espectáculo.
– La interesante casa del almirante, residencia de la familia del almirante de la flota de indias.
– La calle Ancha se puebla de viviendas señoriales para dar hogar a sus ricos comerciantes. Estas casas responden a una estructura común: en la planta baja se ubican los almacenes, en la entreplanta las oficinas, en el primer piso vivirán los señores y en el segundo la numerosa servidumbre. Sobre las terrazas se asentarán las torres mirador para vigilar la llegada de los barcos, cada una identificadas con las banderas de los mercaderes.
– La ciudad se llena de torres vigías que otean la bahía para advertir la llegada de los barcos. Quedan más de 100 torres en la ciudad, merece la pena el esfuerzo de subir a la Torre Tavira, la más alta de todas, para disfrutar de su mirador y de una interesante cámara oscura.
Eran tiempos en los que la ciudad que recorres se transformó en un hervidero cosmopolita de marineros, comerciantes y buscavidas ingleses, holandeses, italianos, … atraídos por las posibilidades, las riquezas y el comercio. Una ciudad culta, ilustrada y con una intensa vida social. Son los tiempos de máximo esplendor de la ciudad.
No solo llegaban riquezas de las américas, también viajaban influencias y por eso si conoces ciudades coloniales como Cartagena de Indias o has recorrido el malecón de la Habana, podrás encontrar que el Atlántico como un espejo te devuelve semblanzas.
Se agrandan y mejoran sus jardines, un bello ejemplo es el bello Parque Genovés, un jardín botánico junto al mar, para pasear o sentarse a relajarse escuchando el murmullo de sus fuentes.
La Cádiz constitucional
Mucho más actual en el tiempo, la ciudad se convirtió en el último punto de defensa contra la invasión napoleónica, entre 1810-1812 resistió estoicamente el durísimo asedio francés. Hasta aquí llegaron los miembros del gobierno y del ejercito huyendo de las tropelías francesas. Aquí se constituyeron las cortes, se convocó a la Junta Central Suprema con diputados venidos de cada esquina del reino, incluidos los de ultramar, y aquí se promulgó el día de san José de 1812, la primera constitución española “La Pepa”.
En memoria de este acontecimiento se erige el monumento a la constitución en la Plaza de España. Si quieres seguir esta ruta, atraviesa las calles señoriales de la ciudad hasta la Plaza del Mentidero y desde allí dirígete al Oratorio de San Felipe Neri, el edificio que acogió las cortes españolas entre 1811 – 1813. Donde se debatieron y votaron los artículos de la Constitución.
Más tarde, con el regreso del absolutismo, Cádiz sería el escenario de levantamientos y proclamas liberales e incluso independentistas, lo que le supuso duras consecuencias y propició un progresivo declive económico de la ciudad.
Gastronomía
No estaríamos en Cádiz si no incluyésemos sus tabernas, barras y terrazas en nuestra ruta. ¿Qué os voy a contar? ¡Me encanta comer en Cádiz! Vamos a recorrer algunos de mis rincones favoritos.
El Faro de Cádiz, un clásico en el barrio de la Viña, famosas son sus tortitas de camarones, pero créeme que pidas lo que pidas no te equivocas. El lugar es grande pero también muy popular de modo que prepárate para esperar. No te arrepentirás. Frituras, chacinerías, pescados y mariscos, riégalos con un buen vino. Si quieres probar los de la tierra blancos, finos, manzanillas, también algunos tintos. Lo importante es que lo disfrutes y, si puedes, lo compartas. Déjate asesorar y ábrete a probar nuevos caldos.
Otro de mis imprescindibles, es una taberna con mucha solera: la Taberna Casa Mantecas. Aquí sí reinan los encurtidos, las salazones, las chacinerías y el vino. Siempre está hasta la bandera, por algo será.
Famosas son las frituras de las freidurías Flores, hay varias en la ciudad. Buena ocasión para pedirte un delicioso cazón en adobo, ¡que me encanta! y en Cádiz lo hacen ¡de vicio!
Si tienes ocasión, regálate una vuelta por los puestos de comida del Mercado Central, en este viaje yo lo encontré cerrado porque era festivo, pero es una buena manera de probar diferentes tapas.
Para los golosos, junto al Mercado Central tienes la Churrería La Guapa, una institución. Podrás comprar churros recién hechos al peso, con su ración de chocolate. No puede faltar.
Si vas en temporada de almadraba, el atún en esta zona es espectacular en cualquiera de sus preparaciones.
Práctico
Si llegas a la ciudad en coche ten previsto dónde aparcar. No hay demasiado aparcamiento, son de pago, caros y según en qué época puedes encontrarlos completos. Puede ser conveniente reservar. Si no encuentras un aparcamiento más próximo, en la zona del puerto en el muelle Reina Sofía tienes un parking descubierto grande con unos precios más contenidos, pero te recomiendo no dejarlo para el final.
Imprescindibles
Las puestas de sol en La Caleta, en el paseo que lleva al fuerte de San Sebastián. Busca un lugar agradable, coge una chaquetilla porque la brisa del océano se deja notar y deja que el sol se esconda en el horizonte.
Los alrededores están llenos de lugares de interés: puedes coger la costa dirección a Tarifa, pasando por Chiclana, Medina Sidonia, Vejer de la Frontera, Barbate, el Faro de Gibraltar, Zahara de los Atunes y la hermosa playa de Bolonía con las ruinas romanas de Baelo Claudia junto al mar. Si eres de playa disfrutarás de sus hermosas playas, muchas veces agitadas por el viento del estrecho.
En la dirección contraria, el Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera merecen dedicarles un viaje.
No olvides la posibilidad de dirigirte hacia la sierra, siguiendo la ruta de los pueblos blancos: Arcos de la Frontera, Grazalema, Zahara de la Sierra y Setenil de las Bodegas, (a los que dedicaré un capítulo) y cruzando a la provincia de Málaga la maravillosa Ronda, a la que dedicaré un apartado aparte.
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