ARTÍCULO PREMIADO
Este texto ha recibido el primer premio al mejor Relato de Viajes 2024 otorgado por la CVTB 2024.
Irlanda es tierra de bardos, poetas, músicos y cantores con algo en común: que aman la bebida y odian lo inglés. Por algo su símbolo nacional es una lira y su producto más famoso es la cerveza Guinness.
En Irlanda, todos los astros temen a las nubes y la lluvia es tan frecuente que la ropa tendida no se seca y llega a florecer. Es normal que con tantas jornadas de lluvia y días que se alargan en verano, el país sea una incubadora de escritores y borrachines, en ocasiones ocupando el mismo cuerpo.
Imagina un rayo de sol que triunfa sobre las nubes y se refleja sobre los pastos verdes. Refulgen como la esmeralda, que da su apodo a la isla.
Digo, imagina, porque no sé si yo lo veré.
He recuperado un diario del viaje en el que escribo desde antes de aterrizar. Intuyo que Dublín tendrá un efecto inspiracional.
Por su personalidad literaria, por la lluvia y porque pasaré sola la mayor parte del viaje.
Me pregunto si será algo trascendental.
Día 0: 6 de abril de 2024 – Sábado
Empezamos con mal pie. El vuelo despega con 2 horas de retraso por culpa de una tormenta sobre Irlanda que lleva nombre de mujer: Kathleen.
Al sobrevolar los Pirineos, el avión se agita como un armatoste achacoso, eso y los asientos sucios de restos de patatas fritas y aceite, me recuerdan lo poco que me gustan las compañías “low cost”. Pese al ajetreo consigo concentrarme en la lectura, me acompaña Javier Reverte y su guía literaria de Irlanda.
Es una suerte haber traído unos bocatas de jamón, que nos tomamos en el aeropuerto antes del vuelo. El precio de los aeropuertos se ha vuelto disparatado. Mi bocadillo lleva buen pan, buen jamón en una ración generosa y su rico, y ahora lujoso, aceite de oliva.
El retraso es un fastidio y supone que no llegaremos a tiempo de cenar en un pub. Aunque siendo sábado confío en que tengan algo más de margen.
Todo el rato sobrevolábamos una densa masa de nubes grisácea. Y los niños a bordo del avión, aburridos tras la larga espera, han encontrado algún divertimento infantil de esos que llevan aparejado continuos grititos llenos de hirientes agudos.
A las 19 H. Con 2 horas de retraso, el avión comienza su descenso accidentado. Parece que va tropezando con las nubes.
19:26, aterrizamos en Dublín. La gente arranca aplaudir y se escucha algún “thank you”.
Cogemos un taxi, hasta el hotel. Coste 29,60 €.
Nada más llegar nos dirigimos hacia el pub Turners. El lugar que frecuentaba el mismo Kavanagh que hace tiempo que se queda sentado en un banco junto al gran canal viendo el fluir de las oscuras aguas. Ha llegado el momento de tomar la primera Guinness del viaje, en el mismo lugar que lo hacía el mismísimo Bram Stoker.
En el pub Turners, una de las televisiones que proyecta deportes muestra un partido de hurling, un juego de pelota que se dice es de origen celta y que se juega golpeando esta con un palo, un “hurl”.
La zona que rodea los pubs es una de esas zonas con fachadas georgianas que se anuncian en las portadas de las guías. Se ven bastantes sitios para tomar algo, varios mexicanos. Me llaman la atención las cajas de luz o de tráfico, decoradas y las letras en los coches. L de learning. N de novato ( se lleva durante 2 años).
No aparenta que den de cenar en Turner, de modo que nos dirigimos al Doheny & Nesbit. Está prácticamente enfrente. La cena nos cuesta 53,60 €. El local está amenizado por una pareja de músicos.
Los dos comienzan a tocar melodías que no conozco. Uno de ellos emplea un instrumento similar a un banyo, decorado con motivos celtas. El local tiene varias plantas que se distribujen en diferentes salas, todas con bastante ambiente, y público adulto de todas las edades.
Antes de las 24:00, como Cenicienta, regreso al hotel caminado bajo una pertinaz lluvia.
Día 1: 7 de abril de 2024 -Domingo
Salimos del hotel para desayunar en un café-pastelería próxima: café + croisant; bastante rico. La primera buena noticia de Dublín es descubrir que toman el café al estilo italiano. ¡¡Gracias, gracias!!
El sol ha conseguido acobardar hoy a las nubes, pero el viento se le ha resistido. Resulta frustrante porque se combina una luz excelente con ráfagas de viento que te arrancan la cámara de las manos.
Camino del parque de St Stephen Green pasamos junto a un pequeño cementerio encajonado entre dos edificios, se trata del cementerio de Hugonotes (siempre que veo esta palabra me acuerdo de El nombre de la Rosa), protestantes franceses expulsados de Francia perseguidos y acusados de herejía. El cementerio está fechado en 1693 y sorprende que haya permanecido así, en pleno centro de la ciudad.
ST STEPHEN PARK
El lugar está precioso, los estanques llenos de patos y cisnes compartiendo la atención de los visitantes con las agresivas gaviotas. Creo que en el mundo de las aves “urbanas” la gaviota es como el matón brutote del barrio.
El jardín está jalonado de esculturas y fuentes y los niños corretean entre los setos plantados de bulbos en flor, tulipanes y narcisos que ponen el color vibrante a la imagen.
Mide aproximadamente 550 por 450 metros y la laguna se alimenta del agua del Grand Canal. Entre 1664 y 1887 el uso del parque era exclusivo, rodeado de altos muros, hasta que se sustituyó el muro por una verja y se abrió al público con la iniciativa y el apoyo económico de Arthur Guinness.
Este lugar también jugó un lugar destacado durante el alzamiento de Pascua de 1916, aquí se hicieron fuertes algunos revolucionarios entre los que se encontraba Michael Mallin y la beligerante Constance Markiewicz. En la zona del pabellón se instaló un hospital de campaña para los heridos y en el Arco de los Fusileros (1907) aún se ven las marcas de los disparos.
Puedes visitarlo con una audioguía gratuita que se descarga AQUÍ.
Paseamos un rato y nos dirigimos hacia Grafton Street. Los comercios están abiertos pese a ser domingo y los músicos ambulantes afinan sus instrumentos. Callejeamos admirando el ambiente y la interesante arquitectura, sin perder de vista los históricos pubs que pueblan la zona.
El paseo nos lleva hasta el castillo de Dublín, pasando por la llamativa y desaprovechada estructura roja que representa el edificio de Georges Arcade.
CASTILLO DE DUBLÍN
El castillo ha sido el emblema del gobierno británico en Dublín y sede de esta. Más que un castillo son unas instalaciones palaciegas que acogen un museo visitable. Los edificios actuales datan del s XVIII. Aunque conserva una torre normanda y la capilla real (The Chapel Royal) que era la capilla anglicana oficial del gobernador británico o (Lord Lieutenant of Ireland),neogótica de transición entre los siglos XVIII a XIX.
El viento sopla en este momento con bastante violencia.
Una curiosidad sobre el lugar es que Bram Stoker, el autor de “Drácula”, trabajó aquí entre 1866 y 1878.
Visitar monumentos en Dublín resulta caro (8 € el castillo), nos vemos obligados a ser algo selectivos, de modo que rodeamos el castillo hasta el punto más antiguo, los jardines donde se ubicó la Dubh Linn, (la black pool o laguna negra). Una pequeña extensión conectada con el río Liffey en tiempos de la fundación vikinga de la ciudad. En el año 841 ya hay evidencias de restos de muelles vikingos en Irlanda.
Se dice que la laguna era usada por los vikingos para refugiar sus barcos durante el mal tiempo, también hay numerosas leyendas sobre mitológicas serpientes marinas que habitaban sus aguas. Los surcos serpenteantes del césped recuerdan a esas “serpientes de agua”.
CATEDRAL DE CHRIST CHURH Y ALREDEDORES
Desde el castillo continuamos el paseo hasta Christ Church, que está abierta a partir de las 12:30 H.
No visitaremos (de momento) el Museo Dublinia, que cuesta 14 € y parece más enfocado a público familiar. Visitamos la Catedral con audioguía en Español en el móvil (entrada 11,50€ , 11€ si la compras online).
Rodeamos el viejo edificio, la primera construcción data de 1028, un rey vikingo (Sitric Silkenbeard – Sitric barba de seda) mandó construir aquí una catedral católica, tras una peregrinación a Roma. Más tarde fue transformada en catedral anglicana por los británicos que imponían un severo cerco al catolicismo dentro de los territorios que controlaban.
En los alrededores una inquietante escultura de un sin hogar tendido sobre un banco capta la atención de los cazadores de selfies, en sus pies se identifican las señales de la crucifixión. “Cristo homeless”, desconozco el sentido que quería darle el artista.
En la parte trasera se puede seguir en el suelo el trazado a escala de una casa vikinga completa que formaba parte del asentamiento junto al que se ubicaba la catedral. Tres estancias conectadas por caminos de troncos para evitar el barro, en la principal hacían vida 20 miembros de la familia alrededor de una hoguera central. Varias placas en el suelo indican donde se han localizado objetos arqueológicos de esa etapa.
El tiempo da un giro brusco y comienza a llover, de modo que nos refugiamos en la visita, tan deprisa, que olvido prestar atención al llamativo laberinto que hay dibujado en el acceso. Me da bastante rabia porque los laberintos me resultan apasionantes.
A diferencia de otras construcciones góticas en las que al entrar la vista se dirige irremediablemente hacia lo alto, al entrar en Christ Church mi mirada se centra en los intricados y coloridos dibujos que adornan el suelo de la nave. Las baldosas actuales son reproducciones de las originales que quedaron prácticamente destruidas en un derrumbe del campanario en 1562. Gran parte de los costes de la reconstrucción fueron sufragados por un fabricante de whiskey, quizás un pecador en busca de redención. Quedan algunos fragmentos originales en la capilla de St. Laud y en las criptas.
Dos sepulcros en paralelo se ubican a ambos lados de la planta principal, el de la izquierda se considera la tumba de Strongbow (Richard de Clare) que, resumiéndolo mucho, fue el primer anglo-normando en invadir la isla en 1169.
El coro ocupa un lugar destacado en el centro de la nave. Los coros de Dublín, como no podía ser de otro modo, tienen gran calidad musical. La audio-guía me explica que el “Mesias” de Häendel se interpretó aquí por primera vez, en 1742.
Dedico un momento a admirar el baptisterio. Un poco más adelante, se conserva la reliquia del corazón de San Lorenzo O’Toole, un santo local que se considera el santo patrón de Dublín y cuyo extraño robo ocupó muchos titulares hace unos años.
Recordemos que esta es la catedral anglicana de “la ciudad de Dublín”, mientras que St Patrick, la otra catedral, es la Catedral anglicana de toda Irlanda y San Patricio, el santo patrón de todo el país.
La visita continúa bajando a la cripta, la parte más antigua de la catedral y de la ciudad. En esta, un museo diocesano con varios tesoros: esculturas de dos reyes ingleses casi irreconocibles por los ataques que sufrían a manos de los descontentos irlandeses, un ejemplar de la carta magna o un bonito cáliz, regalo de España. Se exhibe también aquí los restos momificados de un gato y un ratón que se encontraron limpiando los tubos del órgano en el s XIX, una curiosa reliquia. La última adquisición, algunas piezas de vestuario que se utilizaron en el rodaje de la serie de 2007 “The Tudor”, que fue grabada en Irlanda.
Al salir parece que ha llovido. Aunque ahora brilla el sol sobre los charcos.
Caminamos hasta la Catedral de Saint Patrick, pero no llegaremos a tiempo de verla antes de comer.
Comenzamos a buscar un sitio para tomar algo por los alrededores, pero la zona no acompaña. Un señor me advierte que tenga cuidado con la cámara, ya que por esa zona que puede haber maleantes. No tengo sensación de inseguridad, pero afino los sentidos, mientras regresamos hacia la zona de Christ Church.
Comemos en un bistró justo en frente, se llama Cooper Alley bistró, está decorado con vidrieras de vikingos y las camareras son de origen hispano. Tomamos un revuelto de salmón, sopa del día y un roastbeef cocinado a baja temperatura. Todo ello regado con un par de pintas.
CATEDRAL DE ST. PATRICKS
El precio de la entrada son 10 €, o 15€ si quieres la entrada combinada con la Marsh Library que está justo al lado y que presume de ser la biblioteca más antigua de Dublín. Aunque la visitaría, ya que fue en esta misma biblioteca donde Stoker pasó mucho tiempo documentándose para su “Drácula”, la biblioteca tiene un horario algo limitante.
Aprovecho este punto para comentar que existe una entrada combinada para varias visitas que es el Go City Dublin Pass y que, si lo quieres visitar todo, te puede salir a cuenta, haz bien los números y no te fíes de lo que te dicen las web porque te incluye visitas (asignándoles un coste) que son gratuitas, como los museos nacionales.
Pero volvamos a la mayor Catedral de Irlanda, en tamaño y en importancia, que también se visita con un servicio de audioguía en español.
A primera vista tiene ciertas similitudes con su vecina, la primera los bonitos suelos enlosados de vivos colores. Pero en esta, quizás por la hora y la luz de la tarde que se filtra, resaltan mucho más las vidrieras. Hay un precioso juego de luces que ilumina los pasillos laterales y la rica colección de esculturas y monumentos fúnebres.
Originalmente la catedral era una simple iglesia de madera construida el siglo V en honor a San Patricio. Fue en 1191 cuando comenzó la construcción de la catedral católica de piedra, que finalizó en el 1270, aunque ha sufrido modificaciones posteriores.
A los pies de la nave principal una gran losa en el suelo nos cuenta que cubría un antiguo pozo que había justo en el exterior de la iglesia. El mismo pozo que, según la tradición, utilizó San Patricio para bautizar a los paganos que abrazaban su fe.
A San Patricio le debemos también uno de los símbolos de Irlanda, el trébol de tres hojas, ya que según cuenta la leyenda del santo que, al no dominar la lengua de los habitantes, usaba un trébol para explicar el concepto de la santísima trinidad.
Otra leyenda de San Patricio afirma que vino hasta la isla de Irlanda para expulsar a las serpientes, clara metáfora del paganismo (a mi entender). La realidad es que en Irlanda nunca ha habido serpientes por un tema puramente evolutivo.
En esta iglesia descansan los restos del escritor irlandés Jonathan Swift, que fuera Dean de la catedral en el siglo XVIII y el autor de obras tan universales como “Los viajes de Gulliver”. Sus textos están dotados de un fuerte componente satírico como en una “Una modesta proposición”, en la que ironiza sobre la posibilidad de que los ingleses se coman a los hijos de los irlandeses pobres. Se considera que su obra maestra es “Historia de una barrica”.
También un gran mausoleo construido por Richard Boyle, el padre de Robert Boyle, para los que seais del mundo de las ciencias tendréis claro a quien me refiero, al de “Las leyes de Boyle-Mariotte”, relación presión y volumen de los gases a Tª constante.
Me gustó especialmente el coro, coronado por los estandartes y armas de todos los caballeros miembros de la Orden de San Patricio, una orden fundada por el rey Jorge III en el año 1783.
Regresamos paseando, con alguna parada para protegernos de la lluvia intermitente, ponemos rumbo hacia la zona turística de Temple Bar y Graffon Street, de camino cruzamos la arcada de George Street. El edificio es muy bonito, de ladrillo rojo, y en su interior se amontonan algunas pequeñas tiendas sin demasiado interés.
Continuamos paseando por la calle St Andrews donde el sonido de una banda de jazz tocando en la calle nos atrae. Congregan a un pequeño auditorio junto a la estatua de la mujer más maltratada de todo Dublín: Molly Malone.
Molly Malone es la protagonista de una canción popular irlandesa, que cuenta que es una bonita muchacha humilde, que pasa su vida empujando el carro por las angostas calles de Dublín ofreciendo sus productos: mejillones y berberechos que vende vivos. La suerte de la chica no puede ser peor porque la canción cuenta que muere de unas fiebres y que su fantasma sigue vagando por la ciudad empujando su carretilla y gritando:
Alive, alive! Oh! Oh!
Además de desgraciada, a alguien se le ocurrió la feliz idea de que tocarle los pechos a la escultura de la voluptuosa Molly daba “buena suerte” y allí tenemos a las colas de turistas borreguiles para cumplir con el ritual de manoseo. Por favor, no lo hagas. Es bochornoso. Es tal la fama de la canción que los dublineses celebran un día de Molly Malone, el 13 de junio, ¿cómo no? con fiesta y alcohol.
Caminando en dirección al rio Liffey pasamos por varios pubs que ya tienen bastante animación y fiesta vespertina, como Oliver St John Gogartys o The Auld Dubliner.
Cruzamos el río por el bonito puente peatonal conocido como el Ha’penny Bridge. El puente se construyó a principios del siglo XIX ,a base de hierro fundido, y se cuenta que su nombre popular le viene del precio del peaje que se pagaba por cruzarlo: medio penique (half penny) que pagaban “cada 2 piernas”. El río separaba la zona humilde al norte, de la zona noble al sur y durante un tiempo este puente era el único medio de cruzarlo a pie. Como hecha la ley, hecha la trampa, se cuenta que era frecuente que el marido cargara sobre los hombros a la mujer y esta a su vez a los hijos, por ahorrar el medio penique que suponía una cantidad astronómica para la mayoría.
El paseo continúa por la rivera del Liffey hasta llegar a la calle O’Conell, aunque tiene tamaño de avenida, es una calle, y este tamaño la hace estar considerada la “calle” más ancha de Europa (un truquito por el hecho de ser calle). Se trata de una vía comercial muy transitada por vehículos y peatones, llena de cafés y tiendas. Y salpicada de esculturas. Llegando hasta la más controvertida de todas The Spire, una imponente aguja que apunta al cielo y que es un monumento a la luz.
De camino hemos dejado a nuestra izquierda la Oficina de Correos o GPO, un imponente edificio de corte neoclásico y uno de los edificios más importantes de la historia reciente de Irlanda. Aquí se produjo el Alzamiento de Pascua, en abril de 1916, en el cual un grupo de independentistas se hizo fuerte en el edificio y proclamó la independencia de Irlanda del Reino Unido. No triunfaron y fueron ejecutados por los británicos, pero fue el inicio de una cadena de acontecimientos que culminó con la independencia de Irlanda.
Justo enfrente una estatua del omnipresente James Joyce me hace recordar una frase suya:
A los líderes del alzamiento los mataron los ingleses, a casi todos.
Pero es hora de pensar en cosas más alegres, de modo que cogemos la comercial calle Henrry St hasta uno de los pubs más peculiares de Dublín: The church.
Se trata de una antigua iglesia católica reformada como pub, llena a rebosar, sobre todo de turistas, aun así, es una parada indispensable. Aquí puedes beber, comer, escuchar música en vivo, beber, ver danza irlandesa, beber, … ¿he dicho que puedes beber?
Una pinta de Moretti y un Whiskey Sour después seguimos nuestro paseo que nos lleva a cruzar de nuevo el río. Como estamos cerca de The Brazen Head, me parece que puede ser una buena idea cenar en el que se autodenomina el pub más antiguo de Dublín. Allí nos dirigimos.
En realidad, ellos afirman que son el pub más antiguo de toda irlanda, y que el lugar se ha dedicado a la hostelería desde 1198, aunque el edificio actual data de 1754 y se construyó como una posada para carruajes. Al menos parece que hay referencias documentadas a The Brazen Head desde 1653.
Como muchos otros pubs, este está formado por una serie de salones comunicados y terrazas en las que puedes comer y/o beber y/o conversar o lo que quieras.
Nos sientan en una mesa compartida con otros dos turistas de Singapur y pedimos unos mejillones y unas alitas de pollo a la naranja con unas pintas de Smithwicks.
Acaba la hora de la cena y mientras un grupo se prepara para tocar, los camareros van retirando casi todas las mesas y despejando el centro de la sala. Comienza la música y empieza a llegar gente, en un momento la sala está llena y en nuestra mesa, ocupando el lugar de los chicos de Singapur, se sientan unos animados irlandeses. Uno de los nuevos vecinos es un auténtico personaje que toca las cucharas (tal cual, como instrumento de percusión), esnifa rape y habla un poco de español. El ambiente va in crescendo, la gente baila, corea las canciones y le lanza bromas a los músicos que las devuelven, por desgracia mi inglés no alcanza para pillar la mayoría:
– ¡Eh, John! ¡Este de aquí dice que eres una basura!
– Oh, si claro. Es que lo soy.
Otra pinta y un whiskey después nos retiramos dejando a los músicos en un descanso. Tomamos un taxi para regresar al hotel, porque no nos apetece una caminata de 40 minutos a estas horas y ya estamos agotados.
Me está gustando mucho Dublín.
Día 2: 8 de abril de 2024 – Lunes
El día amanece nublado. Hoy las previsiones de lluvias indican casi 100% de probabilidad de chubascos durante todo el día. Nos preparamos con paraguas y repetimos el desayuno de café y croissant junto al hotel.
Hoy es un día laborable y se observa a los trabajadores en las oficinas a pie de calle, muchas ubicadas en los semisótanos, por debajo de las aceras, que apenas reciben luz del día.
TRINITY COLLEGE & THE BOOK OF KELLS
Caminamos hasta el Trinity College, donde tenemos entradas para las 10:30 H. Llegamos bajo una lluvia persistente a la hora convenida.
La experiencia de The Book of Kells se divide en tres partes: la primera parte es museística y, sobre todo explica los antecedentes del Book of Kells, algunas de sus miniaturas y otros elementos relacionados con la época y las personas que crearon el libro. Un manuscrito realizado por monjes celtas que recoge los cuatro evangelios del Nuevo Testamento fue encontrado cerca de Kells y está decorado con exquisitas ilustraciones policromadas.
Resulta muy interesante una piedra con escritura precristiana, un curioso alfabeto llamado ogámico que se representa en piedras, también llamadas Ogham, basado en líneas. Se sabe que fue usado en los siglos V y VI.
Muestras de pigmentos y detalles de cómo debió ser el trabajo de los artistas iluminadores del manuscrito. También aclaraciones sobre la función de este tipo de manuscritos.
La sala donde se encuentra el manuscrito no permite filmar ni fotografiar.
La segunda parte de nos da paso al Gran Hall de la Old Library. Uno de los lugares a los que les tenía más ganas en Dublín. Amo las antiguas bibliotecas, como Borges, soy incapaz de imaginar un cielo en el que no exista una preciosa biblioteca, todo lo demás es opcional. La antigua biblioteca está en proceso de restauración, al delicado proceso de vaciado, limpieza y almacenamiento lo llaman “decantar”. Sí, igual que con el vino. Cada volumen se extrae delicadamente y es sometido a un proceso de aspiración de polvo para, a continuación, almacenarse en una ubicación especial, con condiciones perfectas de temperatura y humedad. Un lugar donde aguardarán a que concluyan los trabajos de restauración antes de regresar a una de las interminables estanterías de madera que han hecho esta biblioteca, una de las más bellas del mundo.
En el centro de la sala, rota lentamente sobre su eje un enorme planeta Tierra que parece flotar. Gaia con sus 6 metros de diámetro para mí es una metáfora: una biblioteca puede contener un mundo, obra del artista Luke Jerram.
A los lados se alinean los bustos blancos de filósofos, escritores y pensadores. Por desgracia, ninguna mujer formaba parte de esta exclusiva selección, algo que han querido cambiar recientemente introduciendo cuatro dignas cabezas pensantes femeninas en la colección.
La única copia que se conserva de la declaración de independencia, que se firmó en el alzamiento de Pascua de 1921, se exhibe en esta sala. Completan la selección de objetos únicos la bellísima arpa de Brian Boru (en realidad no pudo ser suya porque es de unos siglos después, pero ¿eso qué importa?). El arpa más antigua de Irlanda descansa silenciosa en una vitrina para ser observada. Es el modelo en el que se inspiran muchos símbolos irlandeses. Echo de menos la posibilidad de escuchar su sonido, un instrumento es música. Es un agradable cambio que una nación haya elegido un símbolo musical como su principal emblema. ¿Ya adivinas que la música juega un rol fundamental en la vida de los irlandeses?
En muchos lugares he leído que esta es la biblioteca que aparece en la saga de Harry Potter. Si tu también lo has leído, que sepas que están confundidos con la Biblioteca Bodleiana de Oxford, otro lugar de ensueño. Sí que parece cierto que Lucasfilm quiso rodar aquí para recrear la biblioteca del templo Jedi, pero no consiguió los permisos.
Abandonamos el edificio bajo un cielo plomizo que vuelve a regalarnos lluvia, para llegar al espacio que constituye la tercera parte de la visita. Un contenedor rojo en el centro de un jardín protege una excelente instalación audiovisual. Impresionante también la sabia conjunción entre lo más tradicional, con los medios artísticos más vanguardistas. Disfruta del sonido del arpa, de las palabras que se transforman en pájaros de colores antes de echar a volar y de conversaciones imposibles entre bustos ilustrados. Un homenaje a todas las bibliotecas que esconden tesoros.
El Trinity College es la universidad más antigua y prestigiosa de Irlanda, sus vetustos edificios han acogido a los estudiantes más brillantes de Irlanda, entre ellos nombres tan conocidos como Bram Stoker, Oscar Wilde, Jonathan Swift, etc. Fue creada por la reina Isabel I allá por 1592, dedicando para ello los 190.000 m2 de un anterior convento agustino. La nueva Universidad era exclusiva para varones anglicanos de la élite inglesa, ningún católico podía estudiar en ella. Se dice que la reina pretendía evitar así que los estudiantes salieran del país buscando otras universidades europeas y se “contaminaran” con ideas progresistas o católicas.
Los católicos consiguieron acceso al Trinity en 1793, las mujeres tuvieron que esperar más. Hasta 1904, el mismo año que murió George Salmon, el matemático y teólogo que fue rector del Trinity y que se opuso vehementemente al acceso femenino. Se le atribuye haber dicho que una mujer ingresaría en el Trinity “por encima de su cadáver” (“Over my dead body”), y casi casi que así fue. Dicen que desde entonces cada vez que una mujer se gradúa se acercaba hasta la estatua de Salmon a restregárselo en las narices al antiguo rector.
Un lugar con tanta solera está plagado de tradiciones, por ejemplo, hay una que dice que ningún estudiante pasa por debajo del campanil, o suspenderá sus exámenes. Si además tiene la mala suerte de que suene la campana, la tradición dice que está condenado a no graduarse. Desconozco si los estudiantes de hoy se lo toman al pie de la letra, pero ¿tú te arriesgarías?
LA LOGIA MASÓNICA DE IRLANDA
Vuelve a llover. El agua está siendo pertinaz, a poca distancia de aquí se encuentra la sede de la logia masónica de Irlanda, que según mis notas es de acceso gratuito y tiene una cafetería en su interior, se me ocurre que puede ser un lugar interesante donde tomar un café.
Aprovechamos para visitar un pequeño museo de la masonería irlandesa en la biblioteca del edificio. Entre otras curiosidades se encuentra el retrato de Elisabeth Aldworth la primera mujer masona de Irlanda, de alrededor de 1713. Un lugar curioso, pero ni rastro de la cafetería.
TEMPLE BAR
Ponemos rumbo a la cercana área de Temple Bar, aunque resulte seductor asociar el nombre a alguna leyenda de templarios o a un templo, el origen no tiene nada que ver. Por lo visto, “Barr” significa camino o paso en gaélico y “Temple” hace alusión a la familia de William Temple, un inglés que fue rector del Trinity a principios del siglo XVII y que construyó su mansión en esta zona. Temple Barr era el paso que llevaba a la mansión de Temple, más tarde zona de tabernas portuarias y burdeles, transformado hoy en el bullicioso y turístico barrio de Temple Bar.
Nos dirigimos al pub O’Neils, justo enfrente de la estatua de Molly Malone, un lugar con tradición y donde según algunas reseñas preparan un delicioso estofado irlandés. Nos pedimos la versión con ternera y cerveza Guinness y el tradicional estofado irlandés con cordero, añadimos unas pintas a la ecuación y tenemos una estupenda comida casera irlandesa.
El pub vuelve a ser un edificio entero con varias plantas llenas de salones y recovecos que, bien seguro que se llenan en las tardes lluviosas de Dublín cuando se anima el ambiente con música en vivo.
Todo cierra pronto en Dublín, es importante organizarse bien si tienes poco tiempo y salir temprano para aprovechar las horas de visitas. Tu hora límite para acceder a las visitas serán las 16:00 o máximo 16:30, si además llueve en el exterior, los bonitos museos dublineses son una buena opción. Hay bastantes, la verdad. Los museos estatales son gratuitos. Pero cualquiera de ellos es digno de mención. Hay un nivel muy alto de calidad y tecnología incorporada a los museos dublineses.
MUSEO NACIONAL DE IRLANDA DE ARQUEOLOGÍA
Esa lluviosa tarde de lunes elegimos dedicarla al Museo Nacional de Irlanda de arqueología, como soy muy fan de las historias, es un lugar lleno de objetos fascinantes, enmarcados en un edificio muy bonito. Aprovecho para insistir que los museos de Dublín son excepcionales, si lo deseas puedes disponer de información interactiva, muy bien planteada.
El edificio de 1890 se construyó expresamente para albergar las colecciones; realizado en estilo paladino victoriano, con fuertes influencias neoclásicas. El cuerpo central es una gran galería de cúpula acristalada sostenida por columnas y arcos de hierro fundido pintadas de blanco. Lujosas chimeneas y trabajados marcos de majolica y puertas de madera ricamente tallada.
Los objetos expuestos cubren desde el 7.000 a.e.c, desde la irlanda prehistórica, con sus tumbas megalíticas y santuarios celestes, a la colección Ór – El oro de Irlanda-, pasando por una variada selección de objetos del periodo vikingo, periodo en el que se fundó la ciudad de Dublín y la etapa medieval en adelante.
Del siglo IV a.e.c. se han encontrado fragmentos de cuerpos humanos momificados que debieron ser ofrecidos en sacrificio. Las ciénagas irlandesas parecen generar unas condiciones favorables para la preservación de los cuerpos. Los investigadores creen que se trata de las víctimas de sacrificios humanos que tuvieron lugar entre 400 y 200 a.e.c. y sugieren que estos sacrificios de la Edad del Hierro estaban asociados con rituales de soberanía y reinado.
Para nosotros resulta raro no encontrar una zona romana en cualquier museo europeo, pero es que los romanos nunca llegaron aquí. Si recuerdas la historia, su expansión se quedó a mitad de Gran Bretaña, señalada con el famoso muro de Adriano. Por cierto, los romanos llamaban a estas tierras Hibernia y no por Invernalia, ni nada parecido a Juego de Tronos, sino derivando del nombre de una de las tribus de la zona.
Acabamos la tarde regresando al hotel bajo una lluvia constante. Javier tiene una cena de trabajo y yo me quedo a cenar en el hotel revisando mis notas y las filmaciones del día.
No lo he mencionado pero nuestro hotel Nespil, está al sur de la zona centro, a menos de 15 minutos caminando, junto al Gran Canal; el mismo que desemboca en el río Leffey después de haber cruzado Irlanda de oeste a este.
Me bajo a la cafetería del hotel y me pido un sándwich de pavo y una pinta mientras continúo la lectura del viejo amigo Javier Reverte y su viaje literario por la isla esmeralda.
Día 3: 9 de abril de 2024 – Martes
Hoy tengo la mañana para mí sola, Javier tiene que atender sus compromisos laborales y yo pongo rumbo directamente al centro, esta vez dando un rodeo. Me permite pasar por una zona de bonitas casas georgianas que me llevan hasta las inmediaciones del apoteósico National Concert Hall . El día está gris y parece que va a caer una buena de un momento a otro, el viento sopla a ráfagas y no me permite utilizar la cámara principal, me conformo con unas tomas hechas con la pequeña cámara de acción.
IVEAGH GARDENS
A la espalda del edificio se encuentra Iveagh Gardens, otro de los regalos de la familia Guinness a la ciudad en 1862, se trata de unos coquetos jardines muy poco frecuentados. El lugar es muy tranquilo, la superficie principal está ocupada por explanadas de césped que reluce de verde intenso cuando recibe un rayo de luz. Dos fuentes simétricas ocupan la zona principal, desde ellas una pareja de ángeles solitarios se observan en la distancia.
Al fondo se escucha el chapoteo del agua en una pequeña cascada. Observarás que en Dublín el cielo urbano está dominado por las gaviotas, también aquí corretean en el césped.
Es hora de almorzar y me dirijo hacia el centro comercial St Stephen Green , en una de las esquinas del parque, se trata de una recomendación de mi amigo Santino del blog misviajesfavoritos.com, desde la zona de restauración hay ventanales que miran hacia el parque.
El espacio es muy bonito, eso es porque era originalmente la sede del Ferrocarril del Gran Sur de Irlanda. Esta estación de tren, conocida como la Estación del Gran Sur, se inauguró en 1846 y sirvió como una importante terminal ferroviaria en Dublín durante décadas. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo y cambiaron las necesidades de transporte, la estación perdió su relevancia y finalmente fue cerrada en 1937 y más tarde reconvertida en este centro comercial.
Es media mañana y no hay mucha gente, de modo que puedo sentarme en una mesa junto al ventanal y observar el ajetreo de la calle, el paso de los tranvías o la menos elegante circulación del autobús turístico lleno de turistas-vikingos, con muy poca vergüenza, no dejo de cruzármelos por todas partes, repleto de turistas con casco de cuernos, debe ser que les va bien. Aunque, como todo el mundo sabe, los vikingos no se ponían cuernos en los cascos, sobre todo porque parece que los usaban para sentarse sobre ellos en las travesías en barco. No. No parece buen diseño.
Aunque ya que hablamos del tema, sí era habitual que llevasen un cuerno decorado y personal que usaban para beber y también para indicar que estaban interesados en alguna mujer; la forma de “pedir relaciones” era colocar el cuerno en la puerta de la casa de la afortunada (no importaba mucho que esta ya estuviese casada). En realidad, dicen en Dublín que de ahí viene la expresión que seguimos usando de “poner los cuernos”. ¿Tú qué opinas? ¿Crees que es cierta esta teoría?
Ha salido el sol, me acabo un café (benditas cafeteras) y pongo rumbo al cercano parque de Merrion.
MERRION PARK
En el siglo XVIII se diseñó este parque dedicado a dar un espacio de paseo a los habitantes de esta zona, estaba rodeada de ricas mansiones y frente a la sede del gobierno y era lugar de encuentro de aristócratas e intelectuales. Fue diseñado en 1792, inicialmente para ser los jardines de la mansión Leinster House (hoy el parlamento), pero finalmente se pusieron al servicio de los elegantes residentes del barrio, que eran los únicos que podían acceder al espacio vallado usando una llave propia.
Las casas georgianas que rodean el parque fueron residencia de figuras tan conocidas como la familia Wilde: Jane Wilde y su polémico hijo Óscar Wilde, William B. Yeats, Daniel O’Conell o la diseñadora Sybil Connolly. Hoy muchas son embajadas.
Mi visita al jardín es muy atinada, acompañada de una ventana de sol que hace que todo el parque parezca aún más bonito. El jardín está vallado y hay que buscar las puertas de acceso. Una vez dentro, además de naturaleza, te encontrarás un pequeño museo al aire libre, con esculturas de diferentes personajes. La más popular, en una esquina, justo enfrente de la que fuera su casa natal: el bello y malogrado poeta Óscar Wilde se apoya indolente sobre una roca. Elegante y descarado nos mira con una mueca, se sabe observado.
Nacido en 1854, Óscar Wilde fue el hijo de Lady Jean Wilde escritora, poetisa y activista y del cirujano y arqueólogo sir William Wilde. Influenciado sobre todo por su madre, Óscar se volcó en la escritura y la poesía, también era amante de la vida disoluta y de los hombres bellos, en general era un amante del esteticismo que trasladaba a sus obras y a su vida privada.
Sería precisamente su enamoramiento apasionado de un noble inglés (Alfred Douglas), menor de edad, y algo de su soberbia lo que le llevaría a la cárcel 2 años, acusado de sodomía y grave indecencia. Fue chulesco o inconsciente plantarle guerra al poderoso noble inglés (el marqués de Queensberry), padre de la criatura. Cuando salió de la cárcel, jamás volvería a ser el mismo hombre, el vivaracho Óscar era un hombre desengañado.
Aprovechando que el sol parece ganar la batalla momentáneamente, decido cruzar de nuevo para atravesar los jardines del Trinity que ayer lucían apagados bajo la lluvia.
De ayer a hoy el lugar parece otro, no solo porque el verde del césped irlandés es especialmente intenso bajo esta luz. Hay algo más, en un extremo del jardín se alinean carpas blancas protegiendo una línea casi inacabable de barras con grifos de cerveza. Están montando un enorme escenario y todas las estatuas, árboles y parterres están siendo cuidadosamente vallados. A todas luces se prepara una gran fiesta universitaria. Me costó un poco averiguar de qué celebración podía tratarse, unos días después descubriría que se trataba del famoso Trinity Ball que todavía exige etiqueta, smoking para ellos y traje de cóctel para ellas. Una tradición que empezó en 1958.
¡Vaya! Las nubes empiezan a recuperar el terreno perdido y no he tenido la previsión de coger paraguas. Es buen momento para parar a tomar una pinta o quizás a comer algo. Mi próxima parada será uno de esos pubs literarios que llevo localizados en mi Google Map de Dublín, en el que se rinde homenaje desde 1823 a varios autores locales: The Palace Bar .
El camarero presume con orgullo de que uno de los autores es de su mismo pueblo y, si sus reservados de madera pudiesen hablar, tendrían montones de conspiraciones, deslices y confesiones que contarnos. Es famoso el lugar por haber sido punto de encuentro y de desavenencias de los autodenominados “Los tres mosqueteros de la literatura”: Patrick Kavanagh, Brendan Behan y Myles na gCopaleen, (aka Flann O’Brien, aka Brian O’Nolan) íntimos también de la poesía y del alcohol.
Aquí tienen la cerveza Kilkeny de tirador, que aun no me había encontrado en ningún pub, pero tenía ganas de probar. Mi compañero de viaje literario Javier Reverte dice que es su favorita de entre las cervezas que probó en toda Irlanda. Reconozco que es más de mi gusto que la popular Guinness, aunque cometo el error de pedirme media pinta, error que termino enmendando con la otra mitad. Mejor no dejar las cosas a medias.
En la mesa de al lado se sientan cuatro turistas a cada cual más inmenso, lucen unas camisetas de un verde horroroso en las que se puede leer Tour Escocia-Irlanda-Inglaterra (en inglés). Quizás también iban en el bus amarillo-vikingo.
En realidad, me da mucha envidia la gente que no tiene “sentido del ridículo”. De verdad que yo me lo amputaría si pudiese. Por favor, doctores, necesito una ridículo-succión.
En fin, sigo con mi lectura y mi cerveza hasta que llegue Javier con el que he quedado aquí.
Esta tarde he reservado un Free-Tour de Civitatis, el de Misterios y Leyendas en español, de mis favoritos. El punto de encuentro es a las 18:00 junto a The Spire, la altísima aguja que se clava en el cielo a 120 m de altura en mitad de la calle O’Conell y que horroriza a muchos dublineses.
Tenemos un par de horas, el tiempo perfecto para dar un paseo por los alrededores y tomar un café, el viento es fresco y sopla sin descanso. Cruzamos el río Liffey y pasamos frente a la GPO.
La Oficina de correos es un lugar icónico para el movimiento nacionalista irlandés. En él se produjo el llamado Easter Rising (el levantamiento de Pascua) en 1916. El levantamiento fue un fracaso y los 16 hombres que firmaron la proclamación de independencia fueron casi todos ajusticiados por los ingleses, convertidos en mártires de la causa. El alzamiento sembró la semilla de la insurrección en un terreno abonado por siglos de abusos de la élite inglesa sobre los irlandeses, es especial los católicos.
En la calle de enfrente encontramos otro pub histórico “The confession box” que forma parte de la historia del “rising”. Junto a la concatedral católica de Dublín, un edificio grande y poco ornamentado que resulta poco interesante.
Como curiosidad mientras paseábamos por las calles de la zona vi una gran tienda llamada “Penneys” que se asemejaba en todo a la famosa cadena Primark, pues no es para menos. La cadena se originó aquí en Dublin y Penneys es su nombre original, que mantiene solo en Irlanda, cuando iniciaron su internacionalización resulta que la marca ya estaba en uso y tuvieron que buscarle otro nombre.
FREETOUR DE CIVITATIS
A la hora convenida nos reunimos con Lucrecia, la guía argentina que nos acompañará. El grupo lo forma una pareja de chilenos, otra de alicantinos, un señor de Castellón y dos chicas de Zaragoza, además de otra chilena ya afincada en Dublín.
El tour comienza con la gran leyenda fundacional irlandesa la de Cú Chulainn, podríamos decir que se trata de una especie de Aquiles irlandés, el héroe del Ulster, un guerrero formidable al que se le profetizó un destino glorioso y también una muerte precoz. Sufría una extraordinaria fiebre en mitad de los combates que lo transformaba en un semigigante, con enorme fuerza y brutalidad despiadada que no era capaz de distinguir entre amigos y enemigos (yo para mí que Marvel se inspiró en el para el Increíble Hulk). Sus enemigos le tenían tal terror que cuentan que herido de muerte se dejó caer en lo alto de una colina para hacer creer que seguía vivo y evitar el ataque. No fue hasta que un cuervo se posó en su hombro y empezó a picarle un ojo que se descubrió el engaño. Así, sentado, muerto y con un cuervo sobre el hombro se le suele representar.
Continuamos por la calle comercial hasta la parte trasera de The Church. En origen, todas las iglesias de Dublín eran católicas, pero con las limitaciones y prohibiciones de culto muchas fueron abandonadas y pasaron a manos privadas, es por eso por lo que se pueden encontrar iglesias-pub, Iglesias-hoteles, iglesias-bancos. En la parte trasera, unas grandes losas en el jardín recuerdan que una vez hubo un cementerio aquí y que, como todos, sufría la plaga de robo de cadáveres.
Se dice que la facultad de medicina de Dublín necesitaba unos 700 cuerpos al año para sus clases de anatomía. Los familiares de los difuntos ponían losas cada vez más pesadas para impedir el robo de sus difuntos, pero los avispados ladrones eran todavía más ingeniosos: cavaban unas galerías en paralelo a la tumba y rompían el ataúd por uno de los extremos, le ataban una soga al cadáver y estiraban, de esta manera los familiares ni se enteraban del robo del cuerpo, ya que el exterior de la tumba quedaba intacto.
Desde aquí nos dirigimos al antiguo mercado Victoriano, aunque ahora está abandonado se ha aprobado, ya un proyecto de rehabilitación y pronto volverá a estar en funcionamiento como un mercado gastronómico. Espero encontrarlo en activo la próxima vez.
En Irlanda, la alimentación de la población local católica estaba muy basada en las patatas y otros tubérculos como zanahorias y nabos. Precisamente eran nabos los que se usaban para hacer los lucernarios de Halloween, costumbre que se exportó a USA con la inmigración de irlandeses, pero que allí se sustituyó por calabazas, que eran más comunes.
¿Ya te he dicho que me llaman la atención que las cajas de luces o de tráfico estén decoradas? Pasemos por delante de una dedicada a un asesino dublinés, Billy in the Bowl, un tullido que nació sin piernas y se desplazaba usando los brazos sobre un soporte con ruedas. Aficionado a la bebida y a las apuestas, ideó un sistema para robar a mujeres: fingía necesitar ayuda y cuando la incauta buena samaritana se acercaba, la atrapaba con sus fuertes brazos y la asfixiaba hasta que perdía el conocimiento, momento que aprovechaba para robarle. El problema es que se le fue la mano en varias ocasiones y mató a algunas mujeres. Tuvo a la policía, a “La garda”, ocupada buscando un asesino corpulento. Nunca sospecharon de un lisiado, hasta que cometió un error fatal: una de sus víctimas se escapó de su presa y una vez libre, viendo la realidad de su atacante la mujer le propinó una gran paliza. Incluso le dejó tuerto clavándole un alfiler en un ojo. ¡Esto ya es saña!
Por cierto, la policía en Irlanda es “la garda” que significa los guardianes en gaélico-irlandés, ¡qué prometedor!
Para alguien que disfruta con la literatura fantástica, es interesante buscar las referencias a Bram Stoker y a los orígenes de su vampiro en Dublín, por ejemplo, en las momias de la Iglesia de St Michan’s, que es la segunda iglesia más antigua de Dublín, en sus criptas se conservan momias cuyos ataúdes se han descompuesto antes que los cuerpos, un grotesco espectáculo que Stoker conoció de niño y le causó honda impresión.
En un cementerio judío que visitó junto a su madre, le explicarían que se clavaba una estaca en el corazón de los suicidas para liberar su alma y que, durante las durísimas epidemias de cólera, se llegaba a enterrar a gente viva para evitar la propagación de la enfermedad. Muertos vivientes, estacas en el corazón, ¿te suena de algo?
Cruzamos frente al Brazen Head hasta los alrededores de Christ Church donde queda la única puerta de la antigua muralla, reformada por los ingleses para protegerse de los irlandeses.
En el suelo, un contorno a escala de una casa vikinga excavada y placas en el suelo indican dónde se han hallado objetos arqueológicos.
¿Sabes de dónde viene la expresión de “ser un cornudo”? Cuentan que los vikingos colocaban su cuerno a la entrada de una casa donde vivía una mujer que les interesaba, aunque estuviese comprometida. A cuál se refería era difícil de saber porque vivían unas 20 personas en una casa.
Bueno, viendo el tamaño real de sus camas, se confirma que es un mito que los vikingos fuesen muy altos.
La guía nos explica el caso de una mujer, que regentaba un prostíbulo en la zona, fue colgada acusada de algún delito menor y las gentes sospechaban que la razón es que había intentado chantajear al alguacil de la ciudad con un supuesto hijo ilegítimo. Después de morir encontraron varios cadáveres de hombres enterrados en su sótano por lo que pasó a llamarse Darkey Kelly’s, y el prostíbulo o taberna que poseía es ahora un pub que ha tomado su nombre, muy cerca de Christ Church.
Nos despedimos del grupo y nos dirigimos a cenar en dirección al pub Temple Bar, el icónico y turístico pub que toma nombre del barrio. El local está bastante lleno. Con sus fachadas llenas de luces y su llamativo color rojo, el chaflán del Temple Bar no pasa desapercibido. Un par de músicos amenizan la zona de entrada, llena a rebosar de locales y turistas que corean las canciones con entusiasmo.
Encontramos un rincón en la barra del populoso local decorado con esculturas de Joyce y con cabezas de las deidades que representan los ríos de Irlanda.
En la barra, ajeno al ruido y la música, veo un hombre que parece un estadounidense, o eso creo. Hace anotaciones y dibujos en su cuaderno casi ensimismado, lleva una bolsa de esas de congelación llena de lápices de colores con los que decora sus notas. Me quedé con las ganas de hablar con él, me inspiraba mucha curiosidad la manera en la que se abstraía del ruidoso entorno, te puedo decir que otros sí se acercaron a preguntarle, como he comentado los irlandeses son bastante comunicativos.
Cenamos un plato de embutidos y unas pintas. Hay un gran ambientazo en el Temple, pero nos retiramos pronto y regresamos paseando hasta nuestro hotel, aprovechando la tregua de lluvia.
Día 4: 10 de abril – Miércoles
Hoy tengo el día completo para mí. Había estado dudando entre coger el de DART (tren de cercanías) a la península y al pueblo de Howk, una visita habitual de los dublineses en domingo. Me han recomendado las vistas desde el propio tren y la ruta quizás me llevase cerca del castillo de Howk, frecuentado por el fantasma de la gran pirata irlandesa Grace O’Malley. La temida reina pirata fue definida por Sir Henry Sidney, Lord Diputado de Irlanda, que la conoció en 1577:
“Una capitana de mar femenina muy famosa (…) por la fortaleza de su coraje (…) al mando de tres galeras y 200 combatientes (…) la mujer más célebre de todas las costas de Irlanda“.
La otra opción era coger un bus y pasear por el Fénix Park en busca de sus famosos grupos de ciervos, incluso tenía instrucciones para localizarlos (debía llegar hasta la segunda rotonda y a partir de ahí ir hacia la zona de la izquierda). Esta elección me permitía acercarme también al Jardín Botánico y al cementerio de Glasnevin.
Habría aprovechado la ruta para conocer el pub de los enterradores. Para mi desgracia, la previsión de lluvia era casi el 90% durante todo el día, esto desbarata mis planes de “día al aire libre” de modo que tome una ruta diferente. La flexibilidad es un superpoder viajero.
De nuevo cruzo el Merrion Park, me fijo que el parque está rodeado por bonitas casas georgianas con puertas de colores. Si te cuentan esa historia tan típica del borracho que asesinó a sus vecinos para explicar el porqué de las puertas de colores, que no te tomen el pelo, la razón es mucho más política. Cuando en el año 1861 falleció el príncipe Alberto, el esposo de la reina Victoria, esta quedó muy afligida. El duelo por la muerte de su esposo le duraría el resto de su vida, a sus súbditos se les pidió que pintasen las puertas de sus casas de negro, en muestra de duelo. Pues bien, los irlandeses son famosos por no ser muy obedientes para con la monarquía británica e hicieron lo opuesto, pintaron las puertas de colores brillantes.
Desde la puerta de la que fuera su casa, el divino poeta Óscar Wilde sigue indolente sobre su roca, como un gato perezoso buscando los rayos de sol, como muchos otros felinos que se asoman a las ventanas dublinesas (me refiero a gatos).
El edificio que fuera su casa natal hoy acoge al Colegio Americano, mantiene varias placas que homenajean a Oscar Wilde y también a su madre y a su padre. Por desgracia, no encontramos a muchas mujeres escritoras adornando los jardines y parques de Dublín.
El tiempo cambia de prisa vuelve a soplar un viento casi polar y comienza la lluvia a recuperar su trono.
Aprovechando que estoy a un paso de la National Gallery me apresuro a dedicar el resto de la mañana al arte.
Un par de horas de arte gratuito después…
Hoy el museo se me hace un poquito interminable y parece que el sol vuelve a brillar tímidamente en el exterior. Empiezo a tener hambre y me dirijo a la zona de Temple Bar, para comer en el pub Stag’s Head. Pese a no ser tan grande como otros que he visitado, el pub, abierto en 1770 y decorado con cabezas disecadas de arces, tiene encanto y resulta bastante auténtico. Apenas hay parroquianos, una pareja bebiendo pintas con un punto de euforia bastante tempranera, un par de chicos en la barra y otros dos en una mesa.
La comida de hoy se compone de una pinta y un plato de calamares con patatas. Me siento en una mesa en un rincón y regreso a la lectura.
GUINNESS STOREHOUSE
Esta tarde parece un buen momento para realizar una de las visitas más populares en Dublín: la Guinness Storehouse. No he comprado los tiques con anticipación porque no tenía el plan cerrado y voy adaptándome sobre la marcha. Decido arriesgarme e ir hasta allí paseando, eso me permitirá recorrer algunas zonas menos turísticas de la ciudad. El recorrido a pie me toma unos 40-45 minutos.
La Guinness Storehouse ocupa un enorme edificio de ladrillo marrón rodeado de laa compañía de almacenes y edificios similares.
Debes saber que hay un parking de pago junto al edificio, por si lo necesitas. Junto a la puerta se alinean otros medios de locomoción: taxis, Uber y coches de caballos
Contra todo pronóstico, la cola para visitantes sin entradas es casi inexistente.
Mi primera sorpresa es que el precio no son los 20€ que yo creía, sino €28. Lo achacó al hecho de comprar directamente en la taquilla. Más tarde, comprobando la web me doy cuenta de mi error. Los precios de las entradas varían en función de la hora de acceso. Hoy la diferencia entre las entradas de mañana a las de tarde es de 8€. Sí lo llego a saber hubiese venido mañana por la mañana.
La transformación del edificio industrial original en el moderno museo experiencia es realmente espectacular: iluminación, sonido y arquitectura juegan un armónico conjunto diseñado para guiar al visitante en la historia de la fabricación y marketing de la popular marca.
Un punto negativo para el museo: pese a lo elaborado de su diseño y concepto, no dispone de guardarropa solo de maletero en el que se pueden dejar mochilas o troleys, pero no chaquetas ni abrigos.
En mi caso la cosa se complica porque cargó con la mochila de la cámara, la cámara misma, más el estabilizador de modo que no dispongo de manos libres para acarrear la chaqueta o el paraguas. Hoy no me queda más remedio que dejarme el abrigo puesto y, de verdad, que se pasa bastante calor. Me pregunto si es alguna técnica de marketing para condicionar a los visitantes a estar incómodos y agilizar el recorrido.
La visita básica incluye una audioguía en español. El espacio recorre los ingredientes y el proceso de fabricación de la famosa cerveza irlandesa. Una planta está dedicada integramente a la cata de la cerveza, otra a los famosos anuncios de la marca (algunos han sido icónicos en el mundo del marketing).
Por último, el recorrido se completa en el roof bar: una enorme sala acristalada con vistas de 360º sobre la ciudad de Dublín.
Mis expectativas de completar la visita sentándome en una mesita junto al ventanal mientras disfruto de la luz de la tarde (grisácea eso sí) se desvanecen. Debes saber que la entrada incluye la consumición de una pinta. Aquí sufro uno de esos shocks de: “mis expectativas” vs “la realidad”.
La realidad es una sala abarrotada de gente, con música chumba-chumba bastante alta y camareros despachando Guinness en cadena, sin dedicar ni una mirada al cliente. Hoy, para colmo de males, los pocos asientos disponibles estaban ocupados ya y no disponen ni de un triste perchero donde poder colgar la chaqueta que yo aún llevaba puesta.
La poco glamurosa realidad es que me encuentro de pie, sin un lugar donde apoyar siquiera la cerveza, ni donde poder sentarte y disfrutar de la experiencia; al menos no en ese horario tan concurrido.
Mi visita despierta la curiosidad de uno de los encargados de marketing del local que se acerca para preguntarme qué estaba grabando, que si grababa la gente, etcétera. Le explico lo que hago y le doy la referencia de mi canal. También le cuento que me puse en contacto con ellos para indicarles que iba a pasar por allí y que tenía intención de grabar y pregunté si existía alguna limitación, aunque aparentemente no la había.
El ambiente invita tan poco que, pese a que tenía la posibilidad de tomarme una segunda pinta, no lo voy a hacer. Digo que tenía esa posibilidad porque por suerte me encontré un ticket de consumición tirado en uno de los pasillos, supongo que alguien lo había perdido. Pero la verdad es que no me apetece nada quedarme allí.
Salí a la calle con intención de coger un taxi que me llevase de regreso a mi hotel, con tan mala fortuna que no había ninguno -Ley de Murphy, que con ese apellido, seguro que era irlandés-. De modo que comencé a caminar. Ya me encontraba bastante cansada. Y el cuerpo me pedía una ducha. Aún tenía por delante más de media hora de caminata hasta llegar a mi hotel, cruzando alguno de los barrios residenciales que en su día construyó la fábrica Guinness para dar servicio a sus propios empleados.
En las últimas horas de la tarde se recupera la lluvia que ha estado descansando. Comienza poco a poco cuando ya estoy casi llegando a mi hotel. No me apetece salir muy lejos de modo que me dedico un rato a revisar las grabaciones y a la hora de cenar me bajo a un restaurante asiático que hay justo al lado del hotel.
Casi todos los locales en Dublín tienen una sala grande en el sótano, aunque desde la calle veas poco espacio, mejor pregunta. En este caso el restaurante estaba lleno pese a ser un miércoles entre semana. La verdad es que fue una buena elección estaba todo muy rico y no resultó muy caro. Terminé mi cena y regresé al hotel
Día 5: 11 de abril – Jueves
Hoy me gustaría dedicar la mañana a conocer la zona más moderna de la ciudad, la llamada zona de los Docklands. De modo que salimos a la calle siguiendo el Gran Canal, hasta su desembocadura en el rio Liffey. Por el camino pasamos frente a los edificios que albergan las sedes europeas de alguna de las grandes empresas tecnológicas norteamericanas, cuya sede legales se encuentra en Dublín (Google, Amazon, Salesforce,…).
Es una zona de edificios modernos donde están continuamente construyendo nuevas ampliaciones. Los hoteles y los cafés tienen pinta de alto nivel. El paseo nos lleva de nuevo hasta el río Liffey. Desde este lado sur, podemos ver también algunos de los edificios que se encuentran en frente, como el Centro de Congresos.
Nos dirigimos hasta el puente creado por el arquitecto valenciano Calatrava y cruzamos a la parte norte de la ciudad. Nos dirigimos al edificio que alberga el Museo irlandés de la emigración, el EPIC, antes pasaremos por delante de una réplica de un barco que sirve como museo y experiencia y nos recuerda la gran diáspora irlandesa en el mundo.
Entre 1840 y 1845 en Irlanda se sufrió una terrible plaga que afectó a las patatas, el alimento principal que consumían los irlandeses pobres, esto provocó una hambruna terrible. Murieron más de un millón de personas de hambre y en torno a millón y medio más se vieron forzados a emigrar de su país en busca de oportunidades. Fundamentalmente se marcharon a Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, etc. Es conocida como la hambruna de la patata, nunca desde las terribles epidemias de peste había muerto tanta gente en Europa. Todo esto ocurría frente a los ojos impasibles de los británicos que gobernaban Irlanda, que no hicieron nada para paliarla sino todo lo contrario, pusieron dificultades para que se recibiese ayuda humanitaria que llegaba desde otras naciones, como Estados Unidos. Una herida más que atizaba el fuego del odio irlandés hacia lo británico y que terminaría encendiendo la chispa de la insurrección.
MUSEO DE LA EMIGRACIÓN (EPIC)
El Museo EPIC se instala en un gran centro comercial lleno de locales y restaurantes. Tiene un coste de entre 21 y 23 €, dependiendo de si compras la entrada online o en taquilla y está muy recomendado. Consulta los horarios y opciones aquí.
Justamente hoy hace un día estupendo y ha salido un poquito de sol, de modo que me apetece seguir paseando por la ciudad, así que he decidido no visitarlo. Continuamos así la orilla norte del río y nos cruzamos con el monumento dedicado a la hambruna de la patata y un poco más adelante el viejo edificio británico de aduanas.
Pasa el tiempo y es hora para ir pensando en comer algo. En esa zona tenía localizado un pub tradicional, The Celt (el celta) y ponemos rumbo hasta allí. La verdad es que el pub parece bastante auténtico, veo una chimenea y adornos bastante eclécticos. Alberga una curiosa selección de parroquianos que parecen llevar unas pintas adelantadas, pese a que todavía no es ni la hora de comer. Nos instalamos en la parte del patio y volvemos a pedir algunos de los guisos típicos irlandeses el estofado irlandés y unas pintas ¿cómo no?
Es evidente primero por las fotos que hay en Google Maps que el local es inmenso. Más que un local es como una serie de diferentes espacios interconectados entre sí, un auténtico laberinto de salones. La mayoría de ellos están cerrados a estas horas, pero parece que es un lugar interesante para ver el ambiente que tiene al caer la tarde y sobre todo, no me pareció un local orientado para turistas y eso hizo que hizo que me gustase especialmente.
Tras la comida nos vamos dirigiendo poco a poco hacia nuestro hotel, un último paseo para despedirnos, por ahora, de la ciudad.
De regreso al hotel cogemos las maletas y pedimos un taxi, rumbo al aeropuerto.
Que el camino salga a tu encuentro…
Estos días en Dublín han sido solo un pequeño aperitivo de lo que debe esconder Irlanda y me ha despertado unas ganas locas de venir aquí, alquilar un coche y ponerme a recorrer la isla sin prisas. Soy consciente que tiene que haber una gran diferencia entre la Irlanda rural y la Irlanda de Dublín, pero creo que no va a decepcionarme.
Bastantes visitas en los alrededores de Dublín se me han quedado en el tintero y que parecen realmente interesantes. No muy lejos, al norte hay varias zonas de túmulos y enterramientos prehistóricos mucho más antiguos que las pirámides de Egipto o que el famoso Stonehenge, el yacimiento de Newgrang y el valle del Boyne, cerca de ellos también se encuentra la llamada colina de Tara, el lugar mítico donde se considera que se originó Irlanda. En ese mismo lugar se encuentra una piedra que los irlandeses llaman La piedra del destino.
En la costa oceánica espera la ruta de la costa que recorre los archifotografiados acantilados de Moher o las islas de Skellig Michael, patrimonio de la Humanidad por la Unesco (también escenario en la última película de la saga Star Wars).
Bueno, si ya me conoces un poco entenderás que, si hay historias, mitos y lugares naturales increíbles, eso es lo que me tira. Solo queda seguir a un leprechaun hasta el final del arcoiris.
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