Cruzo al otro extremo del mundo, cómo tú, movida por una insaciable curiosidad deseando entender cómo se han conformado los paisajes. Me intereso por descubrir de dónde salen las “Chocolate Hill” de Bohol en Filipinas, cómo se han surgido las formaciones de la bahía de Ha-Long en Vietnam, por qué flotamos en los mares muertos, o por qué es fascinantemente azul el hielo de los glaciales.
Pero ¿cuántas veces nos paramos a observar el paisaje que tenemos más cerca, el que nos es más común y nos aventuramos a responder a preguntas similares?

Hoy viajo hasta la cuna de la explotación de naranjas en tierras de la Comunidad Valenciana, hasta Carcaixent. He tomado un tren desde Valencia y por las ventanillas puedo adivinar las plantaciones que se pierden hasta el horizonte, hasta casi juntarse con el mar. El tren es una de las formas más románticas de viajar, despreocuparte de la ruta te permite observar y reflexionar: ¿Cómo llegaron hasta aquí estos cultivos que inundan el paisaje? ¿Qué los sostiene? ¿Por qué aquí? ¿Por qué se elevan altas chimeneas industriales entre las tupidas plantaciones?

La naranja, los campos de naranjos. El cítrico que amamos y que nos representa. No es una fruta espontánea. Se cree que surgió por la hibridación de un tipo de un cidro y una mandarina en algún rincón del sudeste asiático. Los cítricos son viejos conocidos del hombre. Viajaron hasta el Mediterráneo de la mano de Alejandro Magno y del faraón Tutmosis III.

Los árabes en su dominación de la península gustaban de plantar naranjos en sus jardines, no la variedad dulce sino la amarga. Resultaba un árbol bello, con un fruto colorido, buena sombra y una aroma dulce y fragante, pero era raro su consumo. Muchos de estos jardines aun dan sombra a los pies de los grandes monumentos de tiempos islámicos.

A finales del siglo XVIII, en este mismo lugar en Carcaixent un párroco y horticultor Vicente Monzó junto con un par de socios planta con éxito el primer huerto de una variedad injertada más dulce y resistente que permitía su explotación. Los grandes campos de moreras que habían supuesto la fortuna del territorio sufrían ya las plagas que dañaban a los gusanos de seda y acabarían con la prospera industria de la seda. Poco a poco los telares y las moreras se cambiarían por los sedientos naranjos y la seda quedaría relegada a papel para envolver las delicadas frutas. Así elegantemente vestidas de seda viajarán primero a Francia y posteriormente se llevarían hasta Gandía y Denia en tren y desde allí embarcaban en vapores hasta Gran Bretaña.

Los comerciantes valencianos que se aventuraron a abrir nuevos mercados por Europa se traerán a casa inspiración de las construcciones centroeuropeas. Entre naranjos edificarán las eclécticas y originales mansiones que encontramos en la zona. Puedes visitar varios huertos y dejar que sus propietarios te cuenten sus historias, una forma maravillosa de pasar una mañana y degustar sus cítricos y los derivados y admirar sus mansiones.

¿Quieres conocer alguno de estos huertos?
Huerto de San Eusebio. Más info.
Huerto de Ribera. Más info.
Otra característica del paisaje, las altas chimeneas de ladrillo, suelen indicar la ubicación de pozos para el regadío. Con la llegada del motor de vapor se podía bombear agua de pozos más profundos, pero el humo de la combustión se depositaba en las frutas cercanas dañando el producto. Por eso la necesidad de construir las altas chimeneas que elevan y dispersan el humo para proteger a las naranjas.
Junto a la estación de tren aún se conserva una edificación industrial modernista el Almacén de Ribera, que hizo las veces de almacén en el que las mujeres trabajaban en cadena en la clasificación, envoltorio y preparación de las cajas de naranjas para su exportación.

A principio del siglo XX los beneficios y la economía de la zona son sobresalientes, los nuevos ricos construyen elegantes casas con los estilos modernistas de la época. La ciudad homenajea su esplendor modernista con una feria a principios de junio, con ambientación histórica, que puede ser una buena oportunidad para acercarse a conocerla.
La zona también dispone de interesantes propuestas para los amantes del senderismo, la autocaravana y el aire libre. Si necesitas más información consulta la página web del Ayuntamiento para disponer de información actualizada.
«El naranjo sabe a vida y el olivo a tiempo sabe y entre el clamor de los dos mi corazón se debate»
Miguel Hernández (El último rincón)
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